octubre 29, 2011

La magnitud (de la tragedia)

octubre 29, 2011

PARA COMPRENDER la naturaleza de cualquier cuestión —de la mejor manera posible— ayuda mucho tener una idea de magnitud, de proporción o de escala. Compararlo con algo que nos sirva de referente. Uno de los más adecuados acostumbra a ser, la mayoría de ocasiones, el ser humano; lo que se olvida con frecuencia.

septiembre 29, 2011

El banco del Gobierno Civil de Tarragona

septiembre 29, 2011
[Imagen: © JCSP]
«Me gustó siempre hablar de arquitectura como divertimento; si no se hace alegremente no es arquitectura. Esta alegría es, precisamente, la arquitectura, la satisfacción que se siente. La emoción de la arquitectura hace sonreír, da risa. La vida no»
—Alejandro de la Sota
EN MI ÉPOCA de universitario, lo primero que llamo mi atención de Alejandro De la Sota no fue su obra, la aprecié más tarde, sino que era el primer arquitecto que veía que sonreía* en las fotos. Al menos en todas las que encontraba de él, que son pocas. Cosa rara en las de arquitectos y menos en las de los de su generación. Si sólo sonreía cuando lo fotografiaban o en su cotidianidad también era así: lo desconozco, ya que no le conocí en persona. El caso es que su sonrisa me fascinaba y todavía me causa la misma sensación. Que un arquitecto de su prestigio se "permitiera" sonreír, me daba confianza: le humanizaba. Era como si dijese: «El rigor es necesario para proyectar, pero no exageremos, relajemonos.» Como si se tomase el oficio, a diferencia de otros colegas, con distancia, ejerciéndolo alejado de la pomposidad; más con la capacidad de asombrarse de un niño, que como "experto" conocedor de la materia.

Él iba de la vida a la arquitectura y no al revés como sucede a veces. Tal vez porque intuía que para ejercer un oficio de manera competente, tan importante es la formación como persona, como la específica. Su sonrisa me transmitía esa calidad humana que después se traducía en sus proyectos. Una forma de enfrentarse a la arquitectura que hace que jugar, explorar, investigar estén tan presentes. Los elementos acostumbran a tener más significados de los evidentes —en toda (buena) arquitectura sucede lo mismo—: una puerta es tabique, una cercha es aula, un revestimiento metálico adopta características de uno pétreo, uno pétreo resulta ligero, ingrávido... Ver lo de siempre de manera diferente que tan bien explica J. Llinàs sobre De la Sota.

Otro recuerdo, éste sí de su obra —relacionado con lo anterior—, es sobre el banco de la entrada del Gobierno Civil de Tarragona. Hace años reconozco que me molestaba; me ensuciaba la pureza gemológica del proyecto. Después, con el tiempo, comprendí que se integra en el delicado equilibrio de la simetría del alzado principal; que en la sombra de entrada, es la manera de dirigirte sutilmente hacia la puerta; pero es que ahora, me he dado cuenta que unos cuantos edificios que me interesan tienen un banco para sentarse. ¿Por qué? Aún sigo buscando una explicación definitiva. Quizás porque son un gesto de cortesía, de humanidad; un espacio de transición que reconoce la presencia del individuo y de la ciudad; un lugar de reposo a medio camino entre uno y otra...

Este verano lo visité, por primera vez —a pesar de la proximidad geográfica—, y constaté que el banco era utilizado con la naturalidad que él lo debió imaginar. Dos hombres, más que probablemente tramitando su "legalidad" —ahora es Subdelegación del Gobierno—, lo ocupaban mientras mantenían una animada conversación. Me alegre mucho: ¡Qué mejor homenaje! De la Sota seguro que sigue sonriendo... y yo, también.

*Años mas tarde descubrí la cita que encabeza este escrito que confirmaba mis "sospechas".

agosto 07, 2011

Silla Steltman

agosto 07, 2011
[Imagen: vía Architonic]

SIENTO DEBILIDAD por un par de sillas de Gerrit Rietveld. Una es la Zig Zag y la otra es ésta, la Steltman. La realizó en 1963 para la joyeria del mismo nombre de La Haya; abruma con su belleza asimétrica.

julio 12, 2011

Cómo gestionar lo 'Desconocido-desconocido'

julio 12, 2011
LA INCERTIDUMBRE navega entre dos mundos:el de lo Desconocido-conocido*, todo aquello cuyas probabilidades de que suceda —pero no cuándo— conocemos, los juegos de azar son un ejemplo típico; y el de lo Desconocido-desconocido, aquello de lo que ni siquiera somos conscientes de su posibilidad o existencia antes de que ocurra, por ejemplo: un 11S, la Primavera árabe, el movimiento 15M, etc.

El Cisne Negro, el impacto de lo altamente improbable de Nassim Nicholas Taleb se centra en éste último: en los sucesos inesperados de impacto transcendental y que a posteriori tienen una explicación lógica. Lo que él denomina, utilizando una bella metáfora basada en un hecho real, Cisnes Negros. Ensayo que recomiendo leer para comprender —un poco más— la psicología humana, sus limitaciones de percepción y funcionamiento. Cómo ésta nos condiciona a la hora de tomar de decisiones, ya que no somos tan racionales como creemos.

Sin desvelar la explicación, el porqué de todo esto según Taleb, la parte más impactante del libro —no es el objetivo de esta entrada escatimarte el placer de leerlo—, a continuación extraigo de él una serie de recomendaciones prácticas para lidiar con la incertidumbre... y, sobretodo, sacarle provecho.
  • Aceptar nuestra humanidad. En este contexto, se refiere a comprender la necesidad que el ser humano tiene de predecir —es parte de la sal de la vida—, pero limitándola a situaciones en las cuales el impacto de las consecuencias nos sea asumible.
  • Distinguir entre las contingencias positivas y las negativas, con el objetivo de exponernos al máximo a las positivas (grandes oportunidades) y ser extremadamente prudente y previsor —«paranoico» es la palabra que utiliza Taleb— con las negativas (lo pierdo todo).
  • No buscar ni lo preciso ni lo local, es decir, invertir en estar preparados, en generar ocasiones y no en predecir. A modo de curiosidad, a la habilidad personal de aprovechar los sucesos inesperados se le llama serendipicidad.
  • Aprovechar cualquier oportunidad, o cualquier cosa que parezca serlo. Las oportunidades por naturaleza son raras, por tanto un primer paso imprescindible es estar expuesto a ellas, pero esto sólo no basta, hemos de ser capaces reconocerlas y aprovecharlas cuando las experimentamos —de aquí la importancia de estar preparados—. Además, es necesaria una gran tolerancia a la frustación, ya que el método empleado es el de ensayo y error, y como dice Mark Spitznagel —un ex-alumno suyo—: «es necesario que nos encante perder» para tener posibilidades de ganar.
  • Distanciarnos de cualquier predicción, especialmente de las oficiales. Son una obligación laboral de quienes las realizan —y en algunos casos responden a intereses determinados o simplemente a calmar su propia ansiedad ante el futuro. De igual manera, seleccionar extremadamente la información a que nos exponemos, no sea que las hojas no nos dejen ver el bosque. Como corolario de esta recomendación, está el no perder el tiempo desmintiendo a los vaticinadores, el tiempo ya se encarga de ellos.
  • Centrarnos en las consecuencias, más que en la probabilidad. Nunca llegaremos a conocer lo desconocido, ya que por definición es desconocido. Sin embargo, siempre podemos imaginar como podría afectarnos. Por lo tanto, para tomar una decisión tenemos que centrarnos en las consecuencias (que podemos conocer), más que en la probabilidad o verosimilitud que algo suceda (que no podemos conocer).
*Si afinamos mucho, no es incertidumbre, ya que conocemos su probabilidad y por tanto no es algo desconocido.

julio 06, 2011

Nouakchott

julio 06, 2011
© Steve McCurry, National Geographic August 1987
 
NOUAKCHOTT, Mauritania. ¿Caos vs. orden?

junio 28, 2011

Memorial Masieri

junio 28, 2011
[Imagen: 'Memorial Masieri. F. Ll. Wright, 1953' © Dionisio González. Cortesía Ivorypress]

Domingo por la mañana. Hojeo distraídamente el suplemento semanal del diario sin fijarme en los textos, de pronto, un detalle en una foto de Venecia —a la izquierda, detrás de la lancha— capta mi atención. ¿No es el malogrado Memorial Masieri que Frank LLoyd Wright, ayudado por Carlo Scarpa, proyecto en 1953, pero que no llego a construir?

Leo el artículo. Se trata de una fotografía de Dionisio González perteneciente a la serie Las horas luminosas (2011) y es una colaboración con la organización Venecia en peligro. Ahora la entiendo.
Joan Carles Sánchez © 2010-2024