EL HIPÓDROMO DE LA ZARZUELA, Madrid (1935), de C. Arniches, M. Domínguez y Eduardo Torroja es ejemplo de intuición y sinceridad (arte) estructural. Donde las máximas prestaciones se consiguen con el mínimo (incluso de material, también), por combinación de dos ideas principales:
- La sección del edificio.
- El módulo autoestable de la marquesina.
1. La sección del edificio.
Red, black, white —A. Calder
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La singular sección del edificio, a la manera de los Stabiles de Alexander Calder, juega de manera explícita con el equilibrio entre los diferentes elementos de la estructura. La tendencia al vuelco de la marquesina se contrarresta con el peso del techo de la sala de apuestas del nivel inferior. Techo que permanece suspendido gracias al tirante que cuelga de la marquesina y al apoyo lateral en pilar central, que además garantiza que no halla desplazamientos horizontales; cosa que permite al conjunto no transmitir tracciones a la cimentación. El esquema estructural es la forma del edificio, sin ostentación y con elegancia. «El elemento de cubierta, CK, con su gran voladizo sobre el gradería de la tribuna, apoya en el soporte principal, AB sobre el que está articulado, quedando impedido el vuelco por el tirante CD, compensando con ello el peso de la galería DB, y el resto de la cubierta, DE de la sala de apuestas inferior, que queda en parte volada por fuera del tirante...»—Eduardo Torroja