CUENTAN QUE en una ocasión le presentaron un proyecto a Le Corbusier para que lo evaluara. La documentación incluía una gran cantidad de planos, llenos de excelentes dibujos, con multitud detalles. Él los estudiaba con interés y detenimiento, miraba aquí y allá, volvía a planos ya examinados... El caso es que pasado un buen rato, uno de sus interlocutores, impaciente por su mutismo, le solicitó algún comentario. Le Corbusier, conciso, le respondió: «Demasiado dibujo para demasiada poca idea».«Pocas notas, pero intensas»
—Miles Davis
Esta sensación todos la hemos experimentado alguna vez —más a menudo de lo que nos gustaría—. Vemos una película, revisamos un proyecto o asistimos a una conferencia y pensamos: «Hay un gran esfuerzo, pero ¿era necesario tanto, para tan poco?». O lo que es sin duda más dramático, «¿Había alguna idea detrás, buena o mala?». Y es que, a veces, una profusión de "explicaciones" indica ausencia de reflexión o que las ideas están, todavía, inmaduras.
Sobre todo destaca la unión entre la pata y el tablero. La madera se empotra en el corian. Lo atraviesa y lo deforma con un gesto de gran fuerza plástica,que además de tener clara coherencia mecánica, evidencia la naturaleza termo-moldeable del corian. El empotramiento en esta unión, en términos estructurales, es imprescindible para garantizar el equilibrio global; una articulación o un apoyo permitirían que el tablero pivotara sobre el soporte y, por tanto, que éste fuera capaz de mantener la horizontalidad. Una solución "rudimentaria" si que quiere, pura intuición, que hace de la necesidad trascendida esencia del diseño.
En fin, que si nuestro protagonista inicial la pudiera ver —cosa que seria un milagro!—, tal vez estuviese de acuerdo en qué NO se trata de «Demasiado dibujo para demasiada poca idea», sino más bien de todo lo contrario: «Poco dibujo y mucha idea». ¿Y tú qué opinas?
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